jueves, 17 de julio de 2014

Pescar en verano. Buscando eficiencia.

¿Os ayudarán 4 fotos y 3500 palabras?... Espero que por lo menos os den ideas y ganas de ponerlas en práctica.
Se instaura el verano plenamente y los días de pesca ya no son tan agradables como hace tan solo unas semanas, por eso, he querido recuperar un artículo sobre la pesca de la carpa en esta época, del que en su día, se extrajo una parte que fue publicada en la revista Carpamania como consecuencia de la llegada de las altas temperaturas. Ahora creo que es buen momento para publicar la versión completa en el blog de Snowman Carpfishing con el objetivo de ayudar a aquellos carpistas que ven en esta época el periodo más duro para el carp fishing, sin olvidar de todos esos que, independientemente de las condiciones ambientales,  no pueden dejar de practicar esta afición.
Examinando la cuestión.
Tenemos el concepto generalizado que la práctica del carp fishing requiere de la realización de largas sesiones en las que permanecemos innumerables horas junto a la orilla esperando que los peces sean benévolos e incautamente se dejen engañar por nuestra estrategia desplegada para conseguirlo, pero… ¿Es totalmente necesario estar tantas horas esperando que los peces quieran tomar nuestro engaño?.
En primer lugar, si analizamos con meticuloso rigor las sesiones de larga duración en la orilla de un lago, embalse o río, puede que concluyamos; que estas las realizamos más por placer que por imperiosa necesidad en la conclusión de resultados y, aunque habría que matizarlo mucho, la afirmación anterior contiene una parte burlesca con un gran punto de realidad, o quizás me equivoque y solo contenga la parte de la broma o, ¿solo la de realidad?. En cualquier caso, de lo que sí estoy totalmente seguro es, que sea como fuere, disfrutamos todo el tiempo que pasamos en la orilla, sea para recreación personal, para devanarnos los sesos en busca de los por qué, o sea compensando las dos posibilidades anteriores y simplemente gozar pescando… no sé realmente por qué, y aunque el tema vaya al hilo, se me hace un batiburrillo en la cabeza que me desvía del principal asunto que quiero tratar, así que al lío.
Una sesión de larga duración, entendiendo por ello sesiones superiores a tres días de pesca continuada, -es al pescador como el tiempo al vino-, pues todo el tiempo que pasemos junto a la ribera de un río, lago o embalse nos hará mejorar si prestamos atención y nos interesamos por lo que sucede a nuestro alrededor, cavilando sobre las circunstancias que se van aconteciendo a lo largo de la sesión. Cuando somos activos mentalmente durante los largos periodos de pesca, se nos plantean tantas preguntas como situaciones, circunstancias o cambios se van produciendo con el paso de las horas y, por lo general suelen ser muchas las variaciones que nos acontecen. Por cada pregunta a las eventualidades que sobrevienen es probable que nos auto propongamos más de una teoría como posible respuesta, en ocasiones tantas posibilidades que se convierte en un juego de azar decantarnos por un de ellas, siempre con la esperanza de haber elegido la más acertada. Pero esto no es algo exclusivo, esto es algo que sucede en cualquier sesión, independientemente de la duración de la misma, porque si hay algo que embellece y engrandece este deporte es precisamente eso, la enorme cantidad de factores y variables que intervienen en cada sesión y que pueden influir de forma positiva o negativamente en el resultado final de la misma.
Debido al colosal número de variantes que nos podemos encontrar durante una jornada de pesca, el tiempo dedicado a una sesión juega un importante papel que puede inclina la balanza del éxito hacia nuestro lado, ya que disponer de ese tiempo nos permitirá realizar cambios en nuestras técnicas y estrategias a demanda de la evolución de la sesión, intentando que los beneficios del factor tiempo caigan de nuestro lado. Pero hay que tener presente que los resultados nunca están asegurados por mucho tiempo y cambios que realicemos durante nuestra pesca, siendo este otro de los motivos por los que a tantos nos tiene seducidos este deporte.
Por los motivos antes descrito, podemos concluir que las sesiones de larga duración son la forma más idónea de llegar a conseguir resultados, pero no siempre se dispone de tiempo suficiente, existiendo diferentes circunstancias que pueden condicionar nuestro tiempo de permanencia en acción de pesca, lo cual limita y merma considerablemente nuestras posibilidades de reacción ante una situación adversa en la que no conseguimos los objetivos fijados, siendo una de las principales causas la falta de tiempo libre, una limitación a la que todos estamos sujetos por diversos motivos.
Aprovechando el tiempo.
Porque no solo la falta de tiempo libre para dedicarlo a la pesca es el causa que puede limitar nuestras sesiones, hablaremos de otra circunstancia que está muy ligada a la época del año en la que nos encontramos; las altas temperaturas. La climatología que encontramos en este periodo hacen muy duro permanecer durante días junto a la orilla tratando de encontrar la estrategia, la técnica y el momento para engañar a las ahora perezosas carpas. De aquí, realizando un ejercicio de observación y reflexión durante una de estas sofocadoras sesiones llegué a la conclusión que, especialmente en este periodo en el que la temperatura ambiental y del agua es muy alta, la actividad de los peces disminuía drásticamente y se centraba, aún más acentuadamente que en otras épocas, en algunos momentos puntales del día, convirtiendo las sesiones de pesca en menos agradables, provechosas ni rentables como deberían o nos gustarían. Así que puse en práctica uno de los puntos fundamentales del carp fishing antes de realizar una sesión como es; la observación. Todos sabemos que la localización de los peces es una acción primordial a la hora de elegir un puesto de pesca en el que practicar nuestra pasión con ciertas garantías de éxito, pero… ¿y si no solo localizamos los peces?.
La respuesta más lógica a la pregunta anterior sería otra pregunta, -¿y qué más busco?-. Al menos esta pregunta me hice yo, y de ahí surgió la idea de no limitarme a buscar la actividad de los peces, sino, que una vez localizados estos, anotaría la hora en la que había observado la actividad. Con esta idea mi intención era determinar en qué momento o momentos del día los peces se mostraban más activos en una zona determinada, y por ende, aumentar así la posibilidad de conseguir alguna captura sin necesidad de soportar inútilmente el sofocante calor que sufrimos en esta época del año.
Con la idea bien clara y definida prospecté un pequeño escenario para poner en práctica lo que de momento, era solo una tesis, aunque desde mi punto de vista parecía una buena idea que había que poner en práctica y probar los resultados que ofrecía, y con este planteamiento me lancé a la faena

Buscando actividad.
Decidido a dedicar todo el día a la tarea que me había propuesto, me colgué la mochila y comencé a caminar por diferentes partes del escenario de pesca que había elegido en busca de cualquier signo de actividad que delatara la presencia de peces. Al tratarse de un lugar de reducidas dimensiones, no tardé mucho en identificar varias zonas propicias a las que los peces pudieran acudir a alimentarse. Durante estos paseos el sol brillaba cada vez más alto y la temperatura ambiental pasaba de ser bochornosa a asfixiante, por lo que era imperiosa la necesidad de buscar resguardo, y así me aposté al amparo de una la sombra para observar durante largo tiempo las zonas que, a priori y desde mi intuición, podrían ser  más factibles para encontrar algún signo revelara que en ese lugar se estaba alimentando algún pez.
Ni siquiera estar en una zona de sombra apaciguaba el sofocante calor que estaba haciendo, y sin decaer por ello, continué en busca de alguna señal de los peces y la insistencia dio sus frutos al localizar actividad en algunas de las zonas que había pronosticado, sobre todo en dos puntos concretos la evidencia de que los peces se estaban alimentando era incuestionable. Mi planteamiento de localizar los peces y el momento en que estos se encontraban activos obtenía un claro ejemplo que apoyaba la idea, pues los peces aparecían, se alimentaban, y tan rápido e inesperadamente como lo hacían, desaparecían de escena volviendo al lugar la quietud que predominaba en el entorno. Pude registrar en una nota dos lugares y las horas en las que había divisado actividad en cada uno de ellos, así que me di por satisfecho y dejé atrás el caluroso escenario para al día siguiente poner en práctica la teoría..
El día de la prueba.
Había llegado el momento de poner en práctica la nueva estrategia y debo reconocer que no las tenía todas conmigo, pues albergaba algunas dudas por el hecho de pescar durante un espacio de tiempo tan reducido en unas condiciones tan desfavorables, en las cuales acostumbramos a el spot más adecuado y pescarlo durante el mayor tiempo posible, para así estar en disposición en el momento que los peces aparezcan para alimentarse.
Llegué a la zona a media mañana, con hora y media de anticipación sobre la hora anotada el día anterior como el momento de actividad, y con el sol ya a máxima potencia sobre mi cabeza, desplegué el material para comprobar si la estrategia sería acertada o no. Reconozco que el fuerte calor y la inacción del lugar me hacían dudar sobre lo que estaba a punto de perpetrar, pero teóricamente tenía bastante sentido, así que, con diligencia preparé todo. Tocaba pescar la primera zona, en la que dispuse dos cañas ubicadas a unos tres metros una de otra entre ramas semi sumergidas bajo la zona sombría de un eucalipto que se enraizaba y erguía robustamente junto a la orilla, un lugar que daba toda la impresión de ser una zona habitual de alimentación, por lo que no debía alterar demasiado el área con cebo que normalmente no se encuentra allí, así que, decidí acompañar el montaje con una pequeña malla de PVA rellena de un triturado de chufa, utilizando un line aligner para presentar una chufa natural coronada por un artificial flotante que dejaba el conjunto suspendido, rozando ligeramente el fondo. En el otro montaje exhibí únicamente artificial de plástico en un montaje whitty pool que se elevaba del fondo unos tres centímetros. Estas presentaciones pueden contraponerse con la pretensión de no alterar demasiado el área de alimentación natural pero, todo tiene un propósito cuyo por qué quedará patente más adelante.
Las artes estaban preparadas y las presentaciones ubicadas en los lugares que creía más apropiados, solo faltaba esperar. Iba transcurriendo el tiempo y se aproximaba la hora en la que el día anterior había visto a los peces pulular por la zona, aunque de momento solo había divisado por las inmediaciones al animal que menos quería ver por allí, una tortuga. No era el galápago leproso el visitante que deseaba por la zona, pero es lo que tienen nuestros ríos y embalses en épocas de tan altas temperaturas, y la incertidumbre por la presencia del quelonio se apoderaba de mí. La hora fijada ya había pasado, y aunque algo impaciente, no podía pretender que los peces hicieran gala de una puntualidad inglesa, y cuando menos lo esperaba, aparecieron las primeras burbujas cercanas a los montajes que rompían la monótona placidez de la superficie del agua, pero dudaba si se trataría de un pez o de la tortuga que vi merodeando por la zona, aún así, el nerviosismo por ver las pompas de aire sobre el agua iba creciendo cuando de repente, se produce una fuerte picada. Sabía que tenía que ser rápido en la recuperación de la presa con el fin de alejarla lo antes posible de la zona de ramajes sumergidos donde se encontraba, y un vigoroso tirón de la caña fue suficiente para que el pez se dirigiera hacia una zona más abierta en la que pude darle más tregua y pelearlo con mayor tranquilidad. En poco tiempo tenía una bonita carpa reposando sobre la moqueta y la satisfacción de haber acertado con el spot y la estrategia de pescarlo en un determinado momento, pues la diferencia entre la hora anotada el día anterior y la hora en la que se produjo la picada solo era de unos 15min, por lo que la prueba había sido superada, al menos en esta zona. Tras inmortalizar el momento ya era hora de recoger y dirigirme a la segunda zona seleccionada el día anterior.
El paseo hasta el segundo punto lo hice henchido y animoso por el éxito obtenido anteriormente, y tras un momento de descanso a la sombra para recuperarme del sofocante calor, me dispuse a preparar de nuevo las artes. Esta era una zona más limpia y abierta que la anterior, flanqueada en la orilla cercana por densas junqueras que daban una sensación de frescura que de ningún modo se correspondía con la condición ambiental del momento, aunque sí mucho más agradable para mí, pues a diferencia que la anterior zona, esta zona tenía abundantes árboles cuya sombra me protegía y aliviaba en cierta medida, del incesante azote del sol.
Utilicé la misma técnica en la presentación de los cebos, y una vez en sus emplazamientos, solo faltaba esperar y que la fortuna me sonriera como hacía tan solo unas horas. Esta vez la espera se hacía más liviana, y no solo porque ahora me encontraba a la sombra de los árboles que protegían la orilla, sino, porque el hecho de haber logrado el objetivo en el lance anterior, ya era una estimulante recompensa, aunque había que reconfirmar el acierto de la estrategia de pescar a determinadas horas del día, e hidratándome bajo la amable sombra de los árbol que me circundaban esperaba a que transcurriera el tiempo y se aproximara el momento en el que presumiblemente harían acto de presencia los peces.
Para amenizar el tiempo de espera, decidí preparar algún bajo por si necesitaba cambiar de técnica para solventar la situación, pero mientras finalizaba la confección de un bajo para pescar en superficie, y aún faltando unos veinte minutos para que las agujas del reloj alcanzaran la hora prevista de la actividad observada en la jornada anterior, se produjo un leve toque en la caña que estaba ubicada cerca del grupo de junqueras que se encontraban junto a la orilla. El péndulo cayó lentamente y la línea se mantuvo lasa sobre el agua durante un tiempo, hasta que esta comenzó a estirarse despacio pero sin detención hasta alcanzar la tensión suficiente que hizo elevarse pausadamente el péndulo. Tenía la caña asida con fuerza antes que la bobina diera la primera vuelta que indicara que el pez estaba clavado, y aunque generalmente esperaría a que esto sucediera, en esta ocasión estaba totalmente seguro que el pez se encontraba bien prendido al otro lado de la línea, algo que se confirmó con la primera tensión que apliqué al sedal. La carpa se defendía ferozmente intentando llegar hasta la protección de las cercanas junqueras, pero yo sabía que aunque eso sucediera, no me supondría ningún problema apartarla de ahí para finalmente hacerme con ella. Con serenidad fui acercando la carpa hacia mí, cansada asomó la cabeza tomando una bocanada de aire que indicaba que su capitulación era inminente. Totalmente agotada y rendida reposaba la carpa dentro de la sacadera, se trataba de una carpa común de sana y fuerte figura que de nuevo, y esta vez en una zona diferente, corroboraba la eficiencia de la estrategia de localizar el lugar y el momento en el que los peces se alimentaban en una determinada zona.
Siempre me emociono con la picada y captura de cualquier pez pero, con este lo hice aún más, este pez se había convertido en la prueba que confirmaba una teoría, una idea que me había asaltado durante una sesión de calor extremo, durante una jornada con un ambiente tan ardiente que, no era ninguna locura pensar que los pensamientos e ideas que me surgían en ese momento pudieran ser delirios por un golpe de calor. Sin duda estoy exagerando un poco, pero solo un poco, porque es algo que puede suceder debido a las altas temperaturas estivales.



Aclarando algunas cuestiones anteriores.
¿Por qué cebos artificiales?.
Un punto muy importante en la pesca veraniega a la hora de conseguir resultados es, la elección acertada de la presentación y del cebo a utilizar, elementos fundamental para extraer el máximo provecho a esos momentos que yo he definido como; “HORA FELIZ”. Tener muy claro el cebo que vamos a usar en nuestra presentación es de suma importancia, pues las especiales condiciones que encontramos en los escenarios de pesca en esta época nos obligan a utilizar técnicas extraordinarias. Extraordinarias al menos para los que somos fervientes defensores de la pesca con boilies o semillas ante otras posibilidades.
Aunque siempre contamos con la ayuda de la chufa como la solución de cebo natural en esta época del año, no siempre es la apuesta más acertada, debido a que su eficacia estará condicionada a la población de galápagos, cangrejos y la cantidad de alimento que estos puedan encontrar en el escenario, porque estos voraces oportunistas en situaciones de superpoblación o escasez de alimento, también darán buena cuenta de este dulce tubérculo. Por eso es más conveniente asegurarnos, aunque puede que tampoco sea la solución definitiva, usando cebos artificiales en el montaje que nos proporcionarán mayores garantías sobre su permanencia y óptimas condiciones en la presentación para cuando llegue el momento en que los peces vayan en busca de alimento, pues en esta época del año, y sobre todo en determinados lugares, los cangrejos y tortugas pueden hacer desaparecer los cebos naturales en cuestión de minutos, y nosotros, al recuperar la caña tras no obtener resultados, terminar maldiciendo a estos animalitos al ver nuestro montaje desprovisto de cebo. Así, la única forma con la que casi asegurarnos, que no en todos los escenarios las tendremos todas con nosotros, es utilizar los llamados cebos de imitación; maíces, chufas, pellets, asticot, etc. imitaciones en plástico de cebos naturales que tanto están proliferando en el mercado, y que día tras día ganan más partidarios de su utilización debido a los buen resultado que ofrece su uso en escenarios donde, debido a la gran población de cangrejo y tortuga, es imposible pescar con cebos naturales.
¿Por qué la presentación equilibrada y flotante?.
Dejando claro que estas presentaciones no son las únicas posibilidades a usar, aclaro el motivo por los cuales me decanto por ellas. Por un lado mis conjeturas sobre el comportamiento de los peces me hace pensar que en estas condiciones su conducta es un tanto errática, además que posiblemente desconfíen de cualquier cosa que se salga de lo común en la zona que habitualmente frecuenta para alimentarse, pero algo anormal que se eleva del fondo sobre otros posibles alimentos de la zona, llamará la innata curiosidad del pez sobre nuestro engaño, y una vez conseguido esto, es cuando entra en acción las características del montaje. El comportamiento de este tipo de montajes es la clave para conseguir que el pez, aunque no tome el engaño con decisión, este quede clavado. Debido al liviano peso del cebo, el anzuelo se introducirá en la boca del pez con cualquier leve succión de comprobación que este efectúe sobre él, clavándose este en su labio en el momento que el pez intente rechazar el engaño.
Bueno, estas son las teorías por las cuales me he decantado por el uso de estas presentaciones, y aunque posiblemente otras también funcionen, estas ya me han resultado muy efectivas.
Concluyendo.
Casi se podría definir esta práctica como una nueva estrategia dentro de nuestra pesca, pues se trata de; “localizar los peces en el tiempo y el espacio, no solo en el espacio como es lo habitual antes de nuestras sesiones”.
Esta práctica de observación nos permite tener localizadas las zonas donde los peces se muestran más activos y además, los momentos en que los peces, tan indolentes como se muestran con las altas temperaturas, inician ese pequeño periodo de tiempo en el que su instinto les obliga a alimentarse.
Si tuviera que destacar algo para extraer de este texto, sería lo significativo del uso del cebo y la técnica adecuada, pues esto será pieza fundamental del éxito de la sesión que, principalmente estará basada en una acertada elección del momento y el lugar donde poner nuestro engaño. Porque en esta época, las insufrible temperaturas nos ofrecerán la visión, casi apocalíptica, de un entorno en el que se ha extinguido todo ser viviente, porque no es el verano el mejor momento para pasar horas y horas esperando que un pez quiera tomar nuestro cebo, pues las condiciones ambientales nos harán maldecir el verano y sobre todo, la maldita hora en la que decidí realizar esta sesión. Pero bueno, nunca dijo nadie que pescar fuera solo disfrutar, en muchas ocasiones hay que sufrir para conseguir el éxito, aunque  no está de más poder reducir al máximo los momentos de penuria.

Mucho cuidado con el sol y las altas temperaturas, pero eso sí, disfrutad del carp fishing.

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